Subí a este barco hace ya tanto, que ya ni sé cuándo.
No recuerdo haberlo elegido; me hallé navegando.
En aguas turbias, los peligros fui enfrentando.
Sin darme cuenta, yo los estaba creando.
Mis propios miedos, mis dudas, fueron un iceberg
inamovible, inquebrantable, inesquivable.
Quise enfrentarlos. Le pedí al mar y al cielo
pero solo fue el deshielo el que hizo el sitio transitable.
Aún así los obstáculos no faltaron.
Una duda en cada paso, y mis pasos no cesaron.
Con el sendero nublado y con el final invisible,
el permanecer parado es un pecado inconcebible.
Y tendré el miedo constante de no saber si puedo
pero no la pena de no haberlo intentado.
Y a eso me refiero con “Los viajes se comen enteros”.
Me creo Odiseo sin ni siquiera haber peleado.
Y no hay Penélope ni Ítaca al final del viaje,
solo yo. Solo yo con este aprendizaje.
Traje la mochila vacía en el abordaje
y hoy siento en la espalda el peso del saber en mi equipaje.
El camino es largo, alguna vez quise bajarme
y me pregunté si vale la pena arriesgarme.
Hallé sirenas que intentaron arrastrarme
al abismo más profundo. Me ha costado encaminarme.
Pero peor que viajar sordo, es saber que voy ciego.
No sé qué habrá al final del viaje y no sé si lo quiero.
De eso trata el aprendizaje; de enfrentar el miedo
y descubrir si aquello es un regalo o un presente griego.
Y tengo miedo, claro, por supuesto sí que tengo miedo.
Mas me asusta mucho más el no saber a qué le temo.
Subí a esta nave y ya no hay freno, pero bueno.
No hay saber suficiente que me haga sentir lleno.
El camino será complicado, quiero sentir el orgullo de haberlo logrado,
el poder haber llegado y haberlo superado. Aunque mucho más placer me dará haberlo transitado.
Quedaré marcado por cada decisión. Cada izamiento de velas, cada giro del timón.
Mi relación con el mar va a enseñarme a navegar y el avanzar va a depender de mi interpretación.
Seguiré llenando con palabras mi cuaderno de hojas infinitas en el que mi historia yace escrita.
Lejos de ser un perfeccionista, planeo seguir metiendo la pata, pero mantenerme optimista.
Porque de eso trata la vida, al menos la mía: de disfrutar a pleno el día a día
y saber que el proceso puede doler, pero muy lejos de perder, es más lo que voy a aprender de la caída.
Porque es toda una odisea
el llegar a un objetivo, y agradezco que lo sea.
De eso se trata ¿No? De dar pelea.
De perseguir un sueño, ir contra viento y marea.
Pero para avanzar hay que desanclar primero.
No me bastará con ser solo un pasajero.
Soy mi capitán, acá no manda marinero.
Quiero ser Odiseo y los viajes se comen enteros.