Camino a la tormenta es que vamos día a día,
si el trueno me despierta y la lluvia me da vida.
Los surcos en la tierra húmeda marcan mi guía
por la que me muevo sintiendo en mi cara el agua fría.
Yo y esa nube negra formamos uno.
Si la tormenta llega en momento oportuno,
me purifica, ella es mi amiga y yo su amigo.
Es una relación simbiótica entre dos incomprendidos.

A veces la vida me fortalece
y otras veces la melancolía estremece.
Y en esos momentos en que siento inviernos,
mis sentimientos batallan en los miles de cuadernos.
Junto a mis aliados, la birome y el papel.
Juntos, enredados, la cultura y esta piel.
Amándola, viviéndola, siguiendo las corrientes.
Hoy, con mis hermanos, conectando nuestras mentes.
Buscando los sueños, a pesar de las caídas.
Yo también lo lucho, también tengo mis heridas.
Pero no presumo, asumo quién es mi persona.
Busco mi alma libre, la sonrisa es mi corona.
A pesar que sé que a veces cuesta encontrarla,
la felicidad es momentánea, hay que disfrutarla.
Es por eso que por esto lo doy todo;
porque siento que puedo romper todos los modos.
Salpicando líneas hasta mi último respiro,
encandilado por este micrófono, el cual admiro.
Las letras son zafiro que hicieron valer mi vida
y ese giro hizo que me salve de cualquier mente podrida.
Viví confiadamente, sos tu propia aventura.
La calma no llena el alma, solo la estructura.
No frenes nunca, juntá tu alma con la vida;
el camino es tormentoso, pero grata es la partida.

Camino a la tormenta es que vamos día a día,
si el trueno me despierta y la lluvia me da vida.
Los surcos en la tierra húmeda marcan mi guía
por la que me muevo sintiendo en mi cara el agua fría.
Yo y esa nube negra formamos uno.
Si la tormenta llega en momento oportuno,
me purifica, ella es mi amiga y yo su amigo.
Es una relación simbiótica entre dos incomprendidos.

La lluvia me toco. Sentí poder.
Ahí las ideas comenzaron a emerger
dentro de mi cuerpo y mi cabeza
obtuvo una sabiduría que se expresa
mediante un bolígrafo y el don de la poesía,
transmitiendo cada sentimiento como melodías.
Abrí los ojos dispuesto a ir para adelante,
escalando nubes que eran inalcanzables.
Descubrí este poder mediante las caídas.
Con una pluma, liberaba la melancolía
que sentía y esto me llevaba a otro nivel:
escribir y escribir, hasta desgarrarme la piel.
El mar acechaba con miradas inducidas
quería encontrar la esencia de la vida.
Vi una luz a lo lejos, que me iluminaba
y tuve miedo de ver lo que me esperaba.
La tormenta me asustó, fue inevitable.
Hasta que las frases comenzaron a apoderarse
de mi fuerza y mi forma de pensar.
Sentí a lo lejos un viento que me iba a tocar.
Al tocarme esta brisa, sentí que podía.
Las gotas y nubes me mostraron sabiduría.
Esto es la música, un poder que me alimenta.
Por eso, voy directo, camino a la tormenta.

Camino a la tormenta es que vamos día a día,
si el trueno me despierta y la lluvia me da vida.
Los surcos en la tierra húmeda marcan mi guía
por la que me muevo sintiendo en mi cara el agua fría.
Yo y esa nube negra formamos uno.
Si la tormenta llega en momento oportuno,
me purifica, ella es mi amiga y yo su amigo.
Es una relación simbiótica entre dos incomprendidos.

Camino sin miedo a que la lluvia me toque.
El agua en mis ojos no logra que me desenfoque.
Y siento que, entre tantos pensamientos mediocres,
hay una idea más profunda intentando salir a flote.
Cada nueva canción es una tormenta,
una nube de pensamientos que en mi mente se aumenta.
Ideas buenas y malas, constantes altibajos.
Encontrar algo valioso ahí adentro, es mi trabajo.
Y más de una vez me vi segado por la niebla.
Más perdido que un camello en la selva.
Con tanto que decir, pero sin encontrar el modo
y el miedo de no saber sacarlo todo, me aterra.
Quiero subir y empaparme de esa nube
pero hay una fuerza enorme que me ata a la tierra
así que voy a salir a buscar ese lugar
en donde estos convergen y se baten en una guerra.
Voy a pararme en el campo de batalla
entre el cielo y el averno, sin escoger un bando
y voy a dejar que las raíces trepen por mi cuerpo
y que la ventisca me deje temblando.
Y voy a frenar las balas en forma de gotas con mi pecho
hasta que lleguen a atravesarme el alma.
Y sé que puedo morir. Voy a correr el riesgo
porque sé que tras esta tormenta hallaré mi calma.

Camino a la tormenta es que vamos día a día,
si el trueno me despierta y la lluvia me da vida.
Los surcos en la tierra húmeda marcan mi guía
por la que me muevo sintiendo en mi cara el agua fría.
Yo y esa nube negra formamos uno.
Si la tormenta llega en momento oportuno,
me purifica, ella es mi amiga y yo su amigo.
Es una relación simbiótica entre dos incomprendidos.